Consejos de tu pediatra


Gateo / primeros pasos

El momento en que el bebé empieza a gatear es vivido con emoción por los padres, puesto que el gateo es una señal inequívoca de que el niño se está preparando para dar sus primeros pasos. En la mayoría de los casos (el 13% aproximadamente) tal etapa suele producirse entre los 7 y los 12 meses, sin embargo ciertos niños empiezan a andar sin haber gateado previamente sin que ello suponga ningún perjuicio para su desarrollo.

Al principio el niño arrastra su cuerpo hacia delante o hacia atrás, apoyándose en sus brazos o las rodillas y con la tripa pegada al suelo como si imitara el movimiento de un reptil (reptar). Posteriormente, aprende a avanzar a “cuatro patas”, apoyándose simétricamente en sus antebrazos y en sus rodillas (adelantando sincrónicamente la mano derecha y la rodilla izquierda, y a la inversa.) Gracias a este movimiento, el niño consigue avanzar sobre sus nalgas tanto hacia delante como hacia atrás, o con una pierna debajo de ellas.

A pesar de que gatear no es imprescindible, es importante que los niños tengan la oportunidad de aprender a hacerlo. Ahora bien, en caso de que el niño no sienta interés por llevar a cabo tal actividad no hay que preocuparse. Se cree que uno de los motivos de que algunos niños no gateen es que no se les ha dejado suficientemente tiempo en el suelo

Algunas medidas que ayudan al niño a gatear con seguridad:  

  • El suelo es conveniente que sea de madera o de moqueta, pero también puede dejarse  al niño sobre una alfombra antideslizante o una manta.
  • El suelo debe estar limpio y libre de objetos pequeños que el niño pueda meterse en la boca y de objetos de gran tamaño como taburetes o sillitas que pueda utilizar como trampolín para llegar a otros sitios.
  • Hay que vigilar la estabilidad de los muebles de la habitación en la que el niño va a gatear para evitar que se le caigan encima en caso de intentar agarrarse a ellos.
  • El niño debe vestir con ropa holgada (un pantalón con rodilleras es suficiente) que no le dificulte la movilidad y llevar calcetines antideslizantes.
  • Colocar los accesorios de seguridad necesarios tales como protectores de enchufes, topes en las puertas, pantallas protectoras en el horno de la cocina, puertas de seguridad en las escaleras de los pisos dúplex, cantoneras en las mesas y muebles, rejas en las ventanas o accesorios con el objeto  de aumentar la altura de la barandilla de los balcones y terrazas, etc.

Después del gateo (aproximadamente entre los 12 y los 18 meses) el niño inicia una nueva etapa en la que empieza a dar sus primeros pasos y a caminar (ciertos niños inician tal etapa antes y otros después).  

  • A los 10 meses el bebé busca un punto de apoyo tales como sillas y otros muebles para ponerse de pie y guardar su equilibrio erecto.
  • A los 11 meses ya se atreve a ir de mueble en mueble (siempre que estén situados a corta distancia).
  • A los 13 meses ya camina de la mano de una persona adulta.
  • A  los 15 meses normalmente ya logra caminar sin apoyo alguno.
  • Es importante no utilizar el andador en esta etapa, así como retirar las alfombras del suelo (siguiendo las normas de seguridad), pues ello permitirá que el niño aprenda a andar en un ambiente seguro.

 

Cuando el niño empieza a andar (entre los 11 y los 14 meses aproximadamente), es el momento en que debemos comprarle sus primeros zapatos. Hasta este momento sus zapatos no eran realmente imprescindibles, ya que con unos simples calcetines que le protegieran del frío era suficiente. Sin embargo, al empezar a andar la elección del zapato debe ser minuciosa para favorecer el correcto desarrollo del pie.

Hay que tener en cuenta que al nacer los pies del niño son completamente planos, su empeine alto y sus deditos son cortos y gordos, por lo que unos zapatos inadecuados podrían dar lugar a malformaciones.

El zapato ideal debe ser lo suficientemente flexible como para facilitar un correcto movimiento del pie al andar, tener la puntera lo suficientemente ancha para que el niño pueda mover con facilidad los dedos, y estar fabricado con materiales de calidad que permitan que el pie transpire. Bajo ningún concepto debe sacrificarse la comodidad a la moda del momento.

Más allá de las modas en la elección del zapato del niño es importante prestar debida atención a una serie de características consideradas imprescindibles tales como:

  • Entresuela fina de menos de 5 milímetros.
  • Punta con refuerzo.
  • Horma de piel natural para lograr una correcta transpiración.
  • Suela de cuero o caucho con un espesor no superior a 15 milímetros.
  • Interior sin costura alguna.
  • Tacón recto.
  • Refuerzos laterales y posteriores para evitar que el pie pueda ladearse.
  • Plantilla anatómica para favorecer la formación del arco plantar.
  • Sujeciones adecuadas (velcro, cordones, etc.) que sujeten correctamente el pie.
  • Lengüeta acolchada y suave que no irrite el empeine.
  • Corte adecuado que permita mover tanto el tobillo como los dedos.

Otras recomendaciones antes de proceder a la compra de los primeros zapatos son:

  • Revisar la talla de los zapatos cada tres meses, puesto que su pie va creciendo continuamente.
  • Nunca comprar una talla superior a la que le corresponde.
  • No se  recomiendan los zapatos o botas que se sujetan en los tobillos así como las sandalias y las chanclas sin sujeción.
  • No se recomiendan zapatos fabricados con materiales sintéticos.

Para saber si el zapato le va pequeño hay que tener en cuenta que:

  • Entre el pie y la puntera debe quedar un espacio inferior al ancho de un dedo.
  • Cuando se quita los zapatos se observa que sus pies están irritados o enrojecidos.
  • Las uñas se le curvan hacia arriba o están descamadas.

Contrariamente a lo que indica su nombre, el andador (conocido vulgarmente como tacatá) a pesar de que su objetivo principal es ayudar al niño a caminar para satisfacer su curiosidad y dotarle de cierta autonomía, parece ser que afecta negativamente a su desarrollo motor debido a que:

  • Obliga al niño a apoyar los pies y a mover las piernas de un modo distinto a como lo haría si andara, puesto que no le permite ejercitar los músculos y las caderas durante la marcha.
  • Le impide adoptar posiciones de equilibrio, así como que se vea los pies y las piernas.
  • Puede dar lugar al arqueamiento de sus extremidades inferiores y que ande de puntillas, creando un mal hábito cuando empiece a caminar.
  • No le incita a andar o moverse por sí mismo.
  • Da lugar a una falsa idea de velocidad que nada tiene que ver con la que alcanzará cuando empiece andar.
  • Cualquier desnivel en el suelo puede provocarle una caída.

Por otra parte, según la Asociación Española de Pediatría, el andador es considerado una de las principales causa de accidentes graves (24% de caídas en el segundo semestre de vida), debido principalmente a que el andador permite que el niño se mueva tan rápidamente que los padres no siempre pueden llegar a tiempo para impedir el accidente. Por todo ello, la mayoría de pediatras recomiendan no usar el andador.

Mejor opción que el andador es el correpasillos, el cual se empieza a utilizar entre los 10 y los 16 meses, cuando el niño ya se mantiene en pie por sí solo y comienza a dar sus primeros pasos.

Una de las ventajas del correpasillos es que permite al niño apoyarse con una o las dos manos mientras camina, lo que aumenta su estabilidad. Existen también correpasillos  tipo cochecito en los que el niño va sentado.

Aunque al igual que ocurre con el andador el correpasillos no es un objeto diseñado para que el niño aprenda andar, debido a sus características específicas puede ayudarle a ejercitar la marcha) porque permite al niño:

  • Apoyar completamente la planta de los pies sobre el suelo,
  • Aprender a distribuir el peso de su cuerpo sobre las dos piernas,
  • Fortalecer los músculos de los brazos,
  • Favorece la coordinación de los ojos y los pies y afianza el sentido del equilibrio.

Para evitar accidentes con el andador o el correpasillos es importante:

  • No dejar el niño sin vigilancia mientras los está utilizando.
  • Elegir un correpasillos con buen punto de sujeción y estabilidad.
  • Asegurarnos de que cumple con todas las normas de seguridad exigidas.